domingo, 14 de noviembre de 2010

RESEÑA DEL LIBRO “TRAPOS SUCIOS”, DE DAVID LODGE

Cuando se piensa en un libro que explique de forma didáctica el género de la entrevista, es muy posible que como primera obra de referencia se considere un texto de redacción periodística. Sin embargo, desde una perspectiva de ficción, la novela de David Lodge, Trapos Sucios, nos invita a reflexionar sobre el papel de los medios y de los periodistas en la actualidad y sobre cómo se utilizan las entrevistas como instrumento para encumbrar a las personas o difamarlas, todo ello de forma amena y con grandes dosis satíricas.
Hay muy pocas obras donde se aúnen aspectos tan relevantes como el género de la entrevista y las características de la misma; la elegancia o ausencia de la misma del entrevistador para llevarla a cabo, la necesidad de algunos escritores y periodistas por centrar el interés de los medios y la eticidad de traspasar ciertos límites para aportar informaciones novedosas que sorprendan e interesen a los lectores ávidos de consumo informativo.
En un mundo caracterizado por la hiperrealidad donde las imágenes son más reales que la vida misma y las informaciones nacen ya con un cariz perecedero, pues son reemplazadas por otras inmediatamente, la prensa escrita persigue entablar una sensación de intimidad, de diálogo con el lector. Es lo que Roger Clausse define como la función psicoterapéutica de los medios, donde el personaje público habla de aspectos de su vida privada que son recibidas por el público como una confidencia, una relación primaria y personal.
A su vez los personajes públicos realizan declaraciones interesadas que les proporcionan una ganancia personal que oscila entre la publicidad y la satisfacción de su rédito de notoriedad.
Esta novela corta inspirada en la obra de teatro del mismo autor destaca por sus agudos diálogos, herencia de su origen escénico. Satiriza el mundo artístico en general y el literario en particular, siendo el mismo autor objeto de crítica, pues uno de los protagonistas de la novela, Tom Sharpe, es guionista de series de televisión para la BBC, como el propio David Lodge.
La historia comienza cuando Adrian Ludlow, un escritor que tuvo cierto éxito en el pasado, y su esposa Eleonor reciben de forma inesperada la visita de un antiguo compañero de Universidad, Sam Sharpe. Éste se enfrenta a la publicación de una entrevista que le ridiculiza y menoscaba su imagen profesional y personal. Sam decide vengarse de Fanny Tarrant, la periodista incisiva autora de la misma, con la ayuda de Adrian.
La sátira es un elemento constante en la bibliografía de David Lodge. La burla que el autor hace del mundo del arte se evidencia fácilmente con la noticia que Eleonor lee en la sección de cultura del Sunday Gazatte:
“-Damien Hirst expone a un crítico de arte decapitado en un tanque de formol -dijo, y se corrigió al instante-. Oh, no, es una broma” (pág.16)
La prensa rosa y la crónica de sociedad son criticadas por el autor. Pero no sólo el hecho de que los medios den pábulo a estas informaciones, sino que el público demande aspectos de la vida privada de las personas:
“Un tabloide ha pagado un cuarto de millón de libras por las fotos en las que se besan en el yate (la princesa Diana y Dodi Al Fayed)” (pág. 17)
También habla de la importancia de las fotografías en las entrevistas, especialmente en las de profundidad donde se trata de elaborar un retrato de la persona sobre la cual se habla:
“Además, en la foto no va en moto, está sentado delante del ordenador, y menuda pinta de imbécil tiene” (pág.19)
A lo largo de la obra hace múltiples alusiones a las informaciones que revela Fanny Tarrant acerca de sus entrevistados. Pone de manifiesto la falta de “juego limpio” o fair play de la periodista. Ridiculiza en todo momento al personaje y le hace parecer un ser mediocre y mezquino. Esto no se trata de una habilidad periodística, todo lo contrario, pues el profesional aglutina mucho poder cuando obtiene declaraciones de las personas y está en su mano hacer un tratamiento correcto de ellas, sin desvirtuar el sentido con que han sido dichas. Se trata de respetar la esencia de las palabras del entrevistado y su sentido:
“En realidad, los tacones le sientan bien porque es un poco corto de canilla. La estatura es uno de sus puntos flacos […] hasta entonces yo no sabía que usaba peluquín” (pág.19)
“-Está bien, así que soy un poco vanidoso –dijo Sam” (pág. 39)
“-El quid está -le dijo a Adrian- en encontrar su punto débil, su talón de Aquiles, su secreto culpable” (pág. 48)
“– […] Pero usted les proporciona el mismo género de placer de una manera más refinada, haciendo que los grandes y los buenos parezcan tontos” (pág. 67)
“[…] Supongo que pensé que si la metía en una situación completamente inesperada, quizá revelase algo inesperado de sí misma –dijo Adrian”
(pág. 119)
En la penúltima frase se alude también a otros aspectos. A la responsabilidad del público como demandante de informaciones personales tratadas con morbo y a la función catártica de los medios que proporcionan entretenimiento y una forma de descargar tensiones. Además se establece una comunicación entre el lector y el ídolo que se asemeja a una conversación. La gente demanda las miserias de la vida de los personajes famosos para sentirse identificada con ellos:
“-¿Por qué debería sentir remordimientos?- dijo ella-. Realizo una valiosa función cultural” (pág. 81)
“Cuando ha dicho: ‘Diana ha muerto’, he sentido una punzada, como si fuera alguien a quien conociera personalmente. Es extraño” (pág. 141)
Utiliza información de fuentes próximas para indagar en aspectos que molestan al entrevistado. Aprovecha además su situación de complicidad para obtener información que no debería ser publicada porque es descalificadora. Se pueden mostrar aspectos del personaje como su vanidad de una forma mucho más sutil, menos ofensiva e igualmente reveladora.
Hay mucha gente, entre ellos periodistas, que piensan que se puede publicar cualquier información de un entrevistado porque ciertos personajes son públicos e incluso muchos de ellos obtienen grandes beneficios de sus contactos con los medios. Hay ocasiones en las que incluso son los propios personajes los que se ponen en contacto con ellos para aparecer en el escenario público, publicitarse y obtener pingües beneficios:
“-Sam se va a morir cuando lea esto –dijo.
-Yo diría que él se lo ha buscado –respondió Adrian” (pág.21)
“-Pero tú mismo te pones a su merced cuando aceptas que te entreviste gente de la calaña de Fanny Tarrant –dijo Adrian” (Pág. 27)
“– […] Lo veo como una transacción. Un trueque. El entrevistador obtiene material. El entrevistado obtiene publicidad” (Pág. 59)
“[…] Las personas públicas deben estar preparadas para encajar algunos golpes. Y otras personas disfrutan viendo cómo las vapulean” (Pág. 80)
Hay periodistas que son incluso más famosos que sus propios entrevistados y, en ocasiones, lo son porque ponen en evidencia a las personas a las que entrevistan. Son muy agresivos con ellos. Esto sucede con mucha frecuencia en la televisión con los programas de crónica social o incluso con los reallity show:
“Pero ella es famosa –dijo Eleanor.
-No. Yo soy famoso –dijo Sam, señalándose el pecho con el dedo índice […] Conocida, si quieres. Por ser grosera con la gente” (pág. 25)
El buen periodista debe saber entablar con el entrevistado una relación cordial que le haga sentirse cómodo. Es sólo desde esta disposición desde la cual se pueden obtener declaraciones y gestos que muestren cómo es realmente esa persona. Se relaja y puede ser ella misma. Sin embargo esto no debe utilizarse como medio para después publicar cosas íntimas que han expresado en un momento muy concreto:
“-Bueno, me llamó un día, se le caía la baba con La última fila. Daba la impresión de que le encantaba.
-¿Y tú te creíste el viejo truco? –dijo Eleanor” (pág. 26)
En esta misma página se plantea un tema que tiene un considerable interés para el ejercicio profesional. ¿Debe el periodista tener con el entrevistado un trato especial por haberse prestado a darle la entrevista? Esto pasa especialmente cuando se trata de un personaje de cierta relevancia pública y le concede al periodista una entrevista en exclusiva. Esto no suele estar exento de intencionalidad. Puede ser que le conceda las declaraciones porque sabe que el medio, o el periodista en concreto, son afines a su ideología, por ejemplo, o porque es un canal de gran impacto que le permitirá tener más lectores o mayor audiencia… Hay que tratar de forma respetuosa al entrevistado siempre, pero no hacer mera publicidad. Un periodista debe estar atento para preguntar aquello que tiene más interés público (que no necesariamente tiene que ser lo que más interese en términos de audiencia):
“- [Es] una desagradecida –dijo Adrian-. Después de lo de la mayonesa y todo eso” (pág. 26)
Los medios no deben hacerse eco de los rumores o cotilleos, sino que sólo han de publicarse informaciones contrastadas:
“-Un mundo dominado por los medios. La cultura del cotilleo”
(pág. 27)
Los medios se caracterizan por la publicación de hechos o sucesos recientes. Una entrevista puede ser de interés cuando se vincula con algún aspecto de la realidad:
“- […] Normalmente, los suplementos dominicales apuntan a cosas más calentitas. ¿Cuál era el gancho para Fanny Tarrant?” (pág. 28)
El periodista ha de estar muy documentado sobre el personaje al que va a entrevistar para poder hacerle las preguntas oportunas:
“-Desde luego se lo tiene empollado, ¿eh?” (pág. 30)
No se pueden, sin embargo, descontextualizar las declaraciones:
“-Ha elegido un elemento diminuto de mi obra y lo está inflando desmesuradamente –dijo Sam-. Cada una de las escenas está justificada en su contexto” (pág. 30)
Las fuentes son imprescindibles para la labor del periodista. De la misma forma que hay que saber discernir entre qué fuentes asentar la información y cuáles no, hay que tener una reciprocidad de honestidad con ellas:
“-Mira- dijo Sam, serio-. Esta gente no se atreve a repartir palos continuamente, porque si no nadie volvería a dirigirles la palabra” (pág. 36)
La inmediatez de lo publicado es muy importante para los medios. La actualización de las informaciones y la novedad de las mismas es algo consustancial del periodismo. El medio que publique antes una noticia o una entrevista acaparará mayor repercusión:
“- Pero si publicaras tu artículo a la vez que el de ella, le bajarías los humos.
- […] O, mejor aún, antes que el de ella –dijo Sam, sin hacer caso del comentario de Adrian” (Pág. 45)
“-¿Incluirías la entrevista que te hiciera ella?
-Sería un toque novedoso, ¿no crees? (pág. 49)
A veces los medios publican cosas como un intercambio de favores:
“-Sí, pero esta vez yo me ofreceré a hacer el guión” (Pág. 46)
“-Llamaré por teléfono a Peter Reeves, del Chronicle, y le diré que se ponga en contacto contigo” (pág. 47)
Cuando se realiza una entrevista hay que emplear la grabadora para dejar constancia de lo que se ha dicho en ella y hay que decirle al entrevistado al principio de la conversación que se va a utilizar:
“¿Le importa que use esto? –dijo, levantando el aparato” (Pág. 54)
Hay que tomar notas al mismo tiempo, pero intentando entablar contacto visual con el entrevistado de forma continuada. El hecho de tomar notas no debe suponer interrumpir la conversación:
“[…] Abrió el bloc de notas y sacó un bolígrafo del maletín. Miró a su alrededor-. Es agradable. ¿Hace mucho que viven aquí?” (pág. 55)
Hay ciertos aspectos que son muy delicados de tratar; por ello hay que encontrar el momento adecuado y hacer las preguntas de forma sutil. Es preferible tratarlas cuando ya se ha iniciado la conversación y se ha establecido cierta confianza y camaradería entre el periodista y el personaje:
“– Hay bastantes sueltos por ahí, ya sabe- dijo Fanny. ¿Se definiría usted como cristiano?” (Pág. 56)
Cuando se emplea un género periodístico, se incluye algo dentro de una sección determinada o el autor es reconocido, se establece un pacto de lectura con el lector. Sabe lo que se va a encontrar a continuación. Sucede incluso con la elección de una cabecera determinada, pues posee una línea editorial que marca las directrices ideológicas que sigue la publicación:
“- […] Pero debe admitir que sus entrevistas son bastante destructivas. ¿No es eso lo que sus lectores esperan de usted?” (pág. 67)
Otro aspecto tratado en la novela es el hecho de que ha de ser el periodista quien dirija la entrevista. Esto está lejos de una imposición, pero ha de saber lidiar con el entrevistado y tener templanza y habilidad para con suavidad, pero con firmeza, llevarle por las preguntas y los temas de interés:
“- Es la costumbre. El entrevistador hace las preguntas y el entrevistado las responde.
- Pero por eso la entrevista es un género tan artificial- dijo él-. No es un diálogo real. Es un interrogatorio” (Pág. 68)
Una entrevista ha de estar bien dirigida para evitar, precisamente, que parezca un interrogatorio. Se asemeja más a un diálogo, una conversación.
Esta novela de David Lodge, que ejerció como periodista muchos años, analiza aspectos vitales de la profesión periodística y de la responsabilidad de los medios, los periodistas y el público, en la construcción de la información. Esta obra estructurada en sólo cuatro capítulos es, ante todo, una novela divertida y amena, fácilmente comprensible por la sencillez del lenguaje que emplea y una buena forma de entender los fundamentos del hacer diario de los comunicadores.

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