Han descubierto el Arca de Noé. Eso al menos es lo que asegura una expedición chino-turca de evangelistas que han barrido el monte Ararat, a 4000 m de altura. Aunque suena más a cuento chino que a otra cosa. Las fotografías que acompañan el descubrimiento muestran una parte de la nave con paja y todo, que digo yo que si la Biblia lo data en el año 4000 a. de C. va a ser difícil semejante visión. Porque puestos a creer, como dice José Bono, que sea en Dios, porque el Tribunal Supremo les está quitando la poca fe en la Justicia que les quedaba a las víctimas del franquismo. En Amnistía Internacional y en Human Rights se echan las manos a la cabeza. Un país que se dice a sí mismo democrático que desentierra cadáveres en fosas y que mira para otro lado. Los que apelan a no reabrir heridas todavía no saben que las heridas infectadas supuran y que lo más conveniente es darle un tratamiento curativo. Los familiares de los muertos desean darles sepultura y a los represariados es preciso darles la dignidad de víctimas, no de delincuentes, cuyo delito fue la defensa de la democracia que ahora les niega.
No hay “dos Españas” como tratan de rescatar los agoreros. Aquellos que se escudan en la defensa de la democracia para no hacer memoria olvidan que España se adscribió a los tratados internacionales que reconocen que los atentados a los derechos humanos no prescriben.
Y mientras se arregla la prevaricación de Garzón y la recusación a Varela dejémonos de contar cuentos, chinos o no, y llamémoslo injusticia.
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