domingo, 14 de noviembre de 2010

Cultura y solidaridad a raudales



Su trabajo como editora en El Laberinto de las Artes representa sólo una pequeña parte de todos sus proyectos. Con la campaña “Un libro por Haití” pretende ayudar a los afectados por el terremoto
LETICIA GARCÍA ROJO


Rebeca Cavero (Zaragoza, 1976) llega puntual a la cita. Me observa lentamente y esboza una pequeña sonrisa. Camina con aplomo y, tras unas breves frases de cortesía, está preparada para la entrevista. Tiene una voz dulce, pero enérgica, y es que esta mujer de aspecto frágil es la misma que dirige hábilmente la editorial El Laberinto de las Artes junto a otras dos socias. Pero si alguien piensa que se la puede clasificar tan fácilmente, se equivoca. Su creatividad ha ido adquiriendo muchas formas a lo largo del tiempo, desde la colaboración en guiones de cine hasta la dirección y realización del corto Equivocados en el año 2003. “Creo que todo lo que sea crear es positivo. La diferencia que tenemos con respecto al resto de seres del universo es que nosotros creamos”, explica. Pero lo que más destacan quienes la conocen es, sin embargo, su gran compromiso con los demás. El proyecto “Un libro para Haití” es una iniciativa que pretende recaudar fondos para los damnificados por el terremoto. La editorial El Laberinto de las Artes regala un libro por cada cinco euros entregados en las librerías colaboradoras con el proyecto, dinero que será donado a Unicef.
El primer libro que editaron fue el conjunto de relatos Cuentos del agua, una compilación de los cuentos premiados en un concurso internacional promovido por la editorial, la Expo de Zaragoza y el taller literario Escuela de Escritores con motivo de la Exposición Universal. Tras ellos, vendrían los Cuentos Líquidos, una colección de tres libros donde destaca la gran calidad de sus ilustraciones.
“Yo cuando era pequeña me pasaba el día dibujando, diseñando modelos horrorosos, mezclando colores imposibles y diseñando la casa en la quería vivir”, dice Rebeca. Pero no fue hasta después de terminar Empresariales y estudiar un curso de Técnicas de vídeo y televisión en la Universidad cuando empezó a vislumbrar por dónde quería que fuesen sus pasos profesionales. Tras colaborar con varios directores dio el gran salto y se decidió a hacer su propio cortometraje. “Preparar el corto fue un parto. Para hacer cortometrajes aquí hay que ser de una pasta especial”, recuerda. “Le pedí la casa a unos amigos que se acababan de mudar. Ellos esperaban que iba a ir como otras veces, con mi camarita, a hacer mis tontadas y ya, y aparecí con mi trípode, mi cámara, seis focos,… Les rallé el parquet, les hice un agujero en la pared…Casi me quedo sin amigos”, cuenta con un ápice de tristeza. Y es que no duda en recomendar la experiencia, pero recalca las pocas ayudas que se dan a los autores noveles y la complejidad de un trabajo que requiere grandes dosis autodidactas, pues hay que abordar desde el guión hasta el montaje. “Se trata de rodearte de un montón de amigos, de gente que lo quiera hacer por amor al arte. Cuatro o cinco días ‘pringaos’ llevándote el micrófono, comprando bocatas o lo que haga falta”, dice entre risas. A pesar de que su trabajo cosechó grandes críticas y la actriz protagonista recibió el premio en el Festival de Jóvenes Realizadores, habla de ella misma con gran modestia y se lo hago notar. “No soy modesta. Si estoy segura de que ésta es la manera, lo defiendo a muerte. Soy un poco insegura, pero porque creo que el mundillo de las artes genera inseguridad. Nosotras en la editorial tenemos muchos proyectos, pero cuesta mucho que los acepten”, explica mientras se enfría un café cortado que ha pedido y que aún no ha probado.
Cuando reflexiona acerca de un tema que le parece importante fija la mirada en un punto fijo, en la lejanía. Tras esta pequeña pausa, reanuda la conversación con nuevos bríos, explicando que es difícil que la gente confíe en nuevos proyectos, pero que es importante conservar la idea original de la obra, defenderla sin sentirse vulnerable. “Ahí está el ego del artista, hay que pensar que cualquier proyecto creativo sale de uno. Es igual que si yo vengo aquí y te digo que dejes de hablar como hablas, o de que esto que has escrito hay que hacerlo de una forma más coloquial…Ya no es tu proyecto, es otra cosa. Me estás obligando a cambiar lo que he hecho yo, esta parte de cómo soy yo”, dice, y me doy cuenta de que está hablando de ello porque le cuesta llevarlo a la práctica. “Nosotras hacemos un libro muy específico, que si la gente no lo ve, no lo compra. Libros con mucha ilustración, con una temática determinada…Es necesario que la gente y el librero lo vean”, y continúa expresando su entusiasmo por su trabajo: “Nos gusta lo que hacemos y pensamos que podemos hacer cosas interesantes, pero cada vez que nos compran un libro o nos aceptan un proyecto, aunque sea para una entrevista con el responsable de algún sitio, nos empezamos a llamar las unas a las otras. Menuda alegría”, cuenta, lo que deja traslucir las dificultades con las que se topan diariamente.
En su época de estudiante en Zaragoza flirteó también con la radio, donde tenía un programa en una pequeña emisora todas las semanas. “Que yo supiera, sólo me escuchaba, aparte de mi madre, un vigilante de La Aljafería que de vez en cuando me llamaba para decirme que le había gustado una canción. Era como una cura psicológica.
Me lo pasaba genial preparándolo, me daba libertad porque yo era mi jefa y mi única empleada”, explica entre risas. Hasta hizo un curso de doblaje en la Escuela de Cine de Aragón y una breve incursión en esta profesión: “Me llamaron de un estudio para poner voz en inglés a un CD para niños. Yo tenía que leer palabras en inglés, que venían con un libro, y habrá niños en España escuchándome a mí diciendo ‘apple’, ‘house’…” y lo dice de forma tan afectada que no queda más remedio que reírnos al unísono. Y es que, a pesar de las reservas iniciales que muestra, es una persona muy divertida.
Uno de sus últimos trabajos es una colección para niños donde en cada libro se trata la obra de un artista a través de una historia. El de Picasso está próximo a salir publicado, pero, a pesar de que cuentan con los derechos de autor, los herederos del pintor exigen una calidad gráfica difícil de obtener. “Libros de arte para niños hay muchos, pero que sean divertidos no hay tantos, y eso es muy importante”, relata. “Hay que hacer cosas que el niño entienda nada más verlas y que quiera contarlas a los padres, no al revés”, añade. Y es que, además de la importancia que le da a la cultura, detrás de su afán por aproximar el arte a los más pequeños hay una motivación mucho más potente. Rebeca tiene un niño de 16 meses que ya empieza a mostrar interés por los cuentos. “Cuando Mateo sea más mayor le leeré estos cuentos, le llevaré por ahí a ver museos, a ver si alguien sigue en la familia con la locura de su madre”, dice orgullosa.
Me llama la atención que en una red social ha apoyado cuatro iniciativas, entre ellas una por la recuperación del cine-teatro Fleta que permanece cerrado en muy malas condiciones. “No me gusta que la gente piense que todo lo antiguo es prescindible. Cuando vivía en Roma, cada vez que pasábamos por una puerta de bronce en el Foro yo pensaba que, a lo largo de dos mil años, toda la gente que había paseado por allí había visto la misma puerta. A nivel patrimonial me duelen estas cosas, como el teatro Fleta”, cuenta. “Me acuerdo de las máscaras del teatro que me daban miedo y el escenario tan grande. Me parece increíble que esté como está”, denuncia. Y no olvida otros monumentos en nuestra ciudad que se encuentran en similar estado de conservación e incluso alude al barrio de El Cabañal, un barrio valenciano de pescadores que tiene más de cien años y que su Ayuntamiento quería derribar.
Saco a colación el tema del libro electrónico, un tema que causa cierta inquietud en el sector editorial y de los libreros. Quiero saber si cree que en unos años suplantará al libro de papel. “Yo no soy detractora del e-book, es un nuevo elemento que se va a meter en nuestras vidas porque tiene sus ventajas. Mi cultura está arraigada a los libros, a pasar las páginas, al olor…Yo no me imagino leyendo en la cama antes de ir a dormir con un e-book” y hace una observación que me sorprende “Ahora cuando decimos: ‘Te escribo’, en mímica, lo hacemos con las manos en un teclado por influencia de los ordenadores. Los niños están familiarizados con los ordenadores, su cultura de escribir es ésta y su cultura de leer será un e-book, pero no deben perderse los libros”. Poco antes de finalizar la entrevista se asoman su pareja y su hijo y nos explican que han pasado un poco de miedo con los personajes de los pasacalles de Carnaval. Para la fiesta de la guardería, Mateo se ha disfrazado de mago, pero como no le gustaba el gorro puntiagudo, sus padres se han pasado cuatro días con él en la cabeza para que se familiarizase con él. Cuando le pregunto al pequeño Mateo que cuánto quiere a su mamá abre mucho los brazos y dice: ‘Asíiiii’. Y sólo puedo pensar en que nosotros, también la queremos.

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