martes, 17 de mayo de 2011

Cuando el Fin resulta ser el comienzo


Antón Castro, periodista y escritor, acompañando a David Monteagudo en la presentación de Fin


David Monteagudo, autor de la novela Fin, su ópera prima que está batiendo records de venta

En la obra El Aleph Jorge Luis Borges, Carlos Argentino Darreri, uno de sus personajes, es un escritor mediocre y un maravilloso crítico de su obra. Explica con denuedo por qué coloca cada adjetivo, cada palabra. En el caso de David Monteagudo pasa lo contrario. Se trata de un magnífico escritor y un reservado crítico de su obra. Su discurso está despojado de toda metaliteratura. Así pudimos escucharle los asistentes a la presentación de su libro Fin en la Fnac de Zaragoza. Este autor gallego, que empezó su carrera literaria con 40 años, estuvo acompañado por Antón Castro, conocido periodista y escritor. Si alguien está buscando trabajo le recomiendo mandarle un Curriculum Vitae a Antón, pues debe estar echando en falta un asistente que le lleve las citas, ya que se encuentra en todo acto cultural que se precie. Tanto es así que terminó de leer el libro tan solo momentos antes de la presentación. David Monteagudo asentía con la cabeza mientras el periodista hacía una disertación sobre su primera novela, que va ya por la novena edición y está próxima su traducción al neerlandés, el alemán o el italiano.

No fueron muchos los asistentes al acto, pero entre ellos se encontraban varios paisanos del autor; los gallegos hacen patria allá donde van.http://www.blogger.com/img/blank.gif
Este escritor vive en un piso de 40 metros cuadrados con su hijo y 1000 libros, así que no es de extrañar que le salgan escenas terroríficas que provoquen en los lectores sensaciones de verdadero pánico. Recuerda a Stephen King y su obra es una “gran metáfora del mundo”, según algunos lectores.

Piensen en los documentales de TVE2 donde los leones sestean a la sombra de una acacia mientras los antílopes pastan en la pradera confiados. Cuando la leona siente hambre se yergue sobre sus patas, se despereza y corre a capturar a una presa. David Monteagudo comparó esta situación a lo que hacemos las personas en la vida diaria: estamos rodeados de peligros, pero vivimos confiados pensando que la desgracia le pasará a otro. Pero, ¿qué pasaría si en un lugar donde se suceden desapariciones van quedando nueve, ocho, siete, seis…personas? Para descubrir qué les ocurriría a personajes vulgares ante una situación excepcional tendrán que leerse el libro. Cuando la gente ha perdido todo lo que le resulta conocido y familiar; cuando desaparece la tecnología es cuando “aparece el pensamiento religioso”, según el autor.

La presentación no duró mucho; apenas 20 minutos. El jefe de prensa de la editorial, en primera fila, pero intentando pasar inadvertido. La dedicatoria del libro, sin grandes sorpresas. Detrás del personaje de Ginés, el protagonista de Fin que ha alcanzado cierto prestigio social, hay una persona acomplejada, con una gran incapacidad para comunicarse con los que en el pasado fueron sus amigos. La historia “basada en hechos reales”, según explicó Antón Castro, deja entrever cualidades del autor: tímido, enjuto, taimado.
De igual forma que en la segunda parte del Quijote el hidalgo caballero dialoga con Sancho Panza sobre cómo gobernar la Ínsula de Barataria, así discurre Fin, como un gran diálogo. La presentación discurrió de igual forma, con un don Quijote-David Monteagudo, y un Sancho Panza-Antón Castro, que disertaron sobre la imaginada historia del primero, que no por inventada resulta menos profunda. Como “pequeñas pildoritas” en la historia se tratan la soledad, la amistad, la conciencia política de los personajes.
Prometió nuevo libro para finales de año: “Habrá más, os lo aseguro, que ya lo tengo escrito”. Y por si fuera poco había una presentación a continuación que requería la pronta marcha de los asistentes. Lo bueno, si breve…

2 comentarios:

  1. ... dos veces bueno, como esta crónica. Me encanta, y me han entrado ganas de leer "Fin", desde el principio ¿eh?

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  2. Te has tomado en serio lo del intertexto, eh. Me gusta.

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